martes, 31 de julio de 2007

A propósito del Himno Patrio

Se fueron las fiestas patrias y como siempre no me dejaron nada para extrañarlas. Ni siquiera fue motivo para alguna conversa interesante sobre los valores de la peruanidad, el desfile militar o el esperado discurso presidencial que al parecer fue exuberante en objetivos (reducir la pobreza a 30%, eliminar el analfabetismo, disminuir la desnutrición crónica a menos de 16%, construir 250 mil viviendas, tener más agua, más electricidad, mantener una inflación en 2%, reducir la deuda externa en 13%, aumentar las divisas a 30 mil millones,etc.), aunque no se dijo como se lograrían éstos. Bueno, no es mi intención hablar sobre las metas planteadas desde palacio de gobierno, sino más bien sobre algo que recordaba, a propósito del Himno Nacional.

Todos sabemos que nuestro himno patrio fue creado inmediatamente después de la Declaración de la Independencia y que consta de un coro y siete estrofas de las cuales, la más conocida es la primera, pues es la única que se canta en todo acto público. Pues bien, esta estrofa que dice: "Largo tiempo el peruano oprimido / la ominosa cadena arrastró / condenado a una cruel servidumbre / largo tiempo en silencio gimió / Mas apenas el grito sagrado / ¡Libertad! en sus costas se oyó / la indolencia de esclavo sacude / la humillada cerviz levantó " es la que sin duda sintetiza todo un mundo cargado de profunda significación libertaria. Sin embargo, si nos detenemos por un momento a pensar y vamos contrastándola con la realidad de hoy en día, nos damos cuenta de que aun siguen subsistiendo muchísimos peruanos sumidos en la opresión, tal como ayer, y que siguen arrastrando sus "ominosas cadenas", en una situación de servidumbre como aquellos mineros de Casapalca, Marcona (Shougang Group), Calpa, Pachapaqui, Raura, etc. etc.; de los aparceros del campo (donde aun perviven situaciones de yanaconaje y pongaje dentro de la gran propiedad agrícola); de los trabajadores agropecuarios de las grandes plantaciones de la costa, sierra y selva; de los obreros fabriles y de la gran industria; de los asalariados de las grandes "services" y muchos más.

Es cierto que estos rasgos de opresión y explotación no tienen los tintes del gamonalismo de antaño, pero eso no significa que se haya desterrado para siempre estas formas de trabajo semi-feudal. Quienquiera que salga a los poblados alejados de la serranía peruana puede evidenciar como el sistema del minifundio y latifundio conviven dentro de cuadros conflictivos que si no se agudizan para desembocar en luchas agrarias, Dios sabrá porqué. E igualmente sucede en los otros espacios de nuestra amazonía y en menor medida en los ámbitos costeros por la mayor presencia del Estado y de su aparato burocrático (léase: aparato represor).

Hoy como ayer, las situaciones de injusticia y desigualdad; explotación y sojuzgamiento; miseria y alienación, siguen coexistiendo en un país supuestamente libre y soberano. Siguen siendo las lacras de una sociedad que se reclama heredera de la civilización occidental y cristiana. Siguen siendo las consecuencias de los desequilibrios estructurales en un Estado político que pregona la democracia y los Derechos Humanos. Y, por supuesto, también siguen siendo los factores subyacentes para la rebelión de las masas.

1 comentario:

Laura Arroyo Gárate dijo...

Interesante análisis.

Bajo formas distintas, aquello de lo que creemos hablar en tiempo pasado, persiste. La equidad aún se hace esperar. El "¡libertad!" en las costas, aún no se oye.