martes, 24 de junio de 2008

LA BESTIALIDAD DE LOS MILITARES EN PUTIS

La exhumación de unos 400 cadáveres encontrados en la localidad de Putis (Ayacucho) -en las que se encuentran osamentas de hombres, mujeres y niños- ejecutados por militares en 1984 nos demuestra que el horror, un cuarto de siglo después, aún nos sobrecoge y nos agarra por el lado que más nos duele: el alma.

Sí, nos duele en el alma que los militares a quienes entregamos las armas para que nos defiendan frente al enemigo sean nuestros verdugos. Nos duele en el alma constatar que todavía existan seres humanos degradados a la condición infrahumana de bestias. Nos duele comprobar que estas bestias humanas sean parte de la institucionalidad del Estado. Y nos duele aún, mucho más, que la alta jerarquía de este poder institucional justifique estas matanzas diciéndonos que hay que entender el contexto de aquel entonces.

Lo que sucedió en Putis no tiene perdón de Dios. Los asesinos de Putis no solo descargaron las cacerinas de sus fusiles automáticos en los indefensos cuerpos de los comuneros sino que, además, como preámbulo de su tarea macabra se habían entregado a la repulsiva acción de violar a las campesinas más jóvenes del grupo. Todo ello sucedía mientras los demás comuneros –hombres, mujeres y niños- cavaban sus fosas en las que luego serían enterrados creyendo ingenuamente que eran para piscigranjas o para sus casas como así se lo habían hecho creer el teniente “lalo”, el capitán “cuervo”, el comandante “oscar” y algún oficial con el seudónimo de “bareta” o “barreta”.

Y así como en el caso chileno de la siniestra “Caravana de la Muerte”, en que los verdugos empezaron a cortar los dedos de las manos para extraer las joyas de los ejecutados, en Putis, los chacales con uniforme se dieron a la tarea de reunir todo el dinero, el ganado y los demás bienes de los masacrados para venderlos y formar su “pequeña” fortuna con la que (sumado con lo que les pagábamos –y aun les seguimos pagando- todos los peruanos) se dieron por satisfechos y con mas bríos para seguir su “patriótica” tarea de causar muertes. Y sumar muertos.

¿Qué nos queda por hacer ahora? ¿Nos quedaremos impasibles viendo como el poder público y judicial dejarán sin investigar y sin castigar a estas hienas? ¿Seguiremos siendo testigos del silencio mediático de toda una prensa servil que se escandalizó por el crimen contra un perro “snauzzer” (que inclusive mereció grandes titulares en primera página), pero que frente a las fosas comunes de Putis hace un silencio sepulcral, Dios sabe porqué?

Y, a todo esto: ¿Dónde estan las expresiones de condolencias para los deudos de Putis de nuestro mandatario? ¿Dónde están las exigencias del Ejecutivo para que se castigue estos crímenes de lesa humanidad? Se siente por doquier un clamoroso silencio y ni siquiera la iglesia ha levantado su voz para exigir justicia para los comuneros quechuahablantes y castigo para los criminales. ¿Porqué será?

lunes, 23 de junio de 2008

LOS DESGRACIADOS


Hoy día a propósito de “Una Biografía de César Vallejo” posteado en el blog Peruanista (quien a su vez trae a colación el interesante artículo “¿César Vallejo ha muerto?” del ensayista argentino Rodolfo Alonso publicado en La Jornada Semanal) me doy con la tarea de buscar en Google más datos sobre el autor de “Masa” y …¡Oh, no!, encuéntrome con un editorial infame e infamante titulado “Historias de Vallejo” que trata de ensuciar la memoria de uno de los más grandes poetas universales de todos los tiempos.

No puedo comprender el porqué de un odio tan visceral contra Vallejo. ¿Será acaso porque ese contacto con su poesía nos pone de bruces con una verdad insoslayable que no puede ser otra que nuestra miseria humana? ¿Será quizá porque Vallejo encarna el dolor de los desheredados? ¿Será tal vez por que Vallejo abrazó el ideario de la justicia social y la solidaridad con los explotados y los oprimidos?. Difícil saberlo. Solo sé que el que escribe dicha invectiva, en su fuero interno, si lo sabe. Y creo que lo odia porque Vallejo no ocultó sus simpatías con el socialismo y el comunismo. Y porque fue consciente y consecuente con esta ideología, hasta el final de sus días, como lo fue otro de los grandes que tenemos: JC Mariátegui.

César Vallejo ha sido, es y será por siempre el más grande poeta peruano. No importa cuantos Aldos M. vengan a querer ensuciar su memoria, Vallejo –como diría Rodolfo Hinostroza- no solo es un poeta, no solo es un hombre: ¡César Vallejo es un mito!.


LOS DESGRACIADOS

(César Vallejo)

Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Ya va a venir el día, ponte el saco.

Ya va a venir el día; ten
fuerte en la mano a tu intestino grande, reflexiona,
antes de meditar, pues es horrible
cuando le cae a uno la desgracia
y se le cae a uno a fondo el diente.

Necesitas comer, pero, me digo,
no tengas pena, que no es de pobres
la pena, el sollozar junto a su tumba;
remiéndale, recuerda,
confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista
a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato.
Ya va a venir el día, ponte el alma.

Ya va a venir el día; pasan,
han abierto en el hotel un ojo,
azotándolo, dándole con un espejo tuyo...
¿Tiemblas? Es el estado remoto de la frente
y la nación reciente del estómago.
Roncan aún... ¡Qué universo se lleva este ronquido!
¡Cómo quedan tus poros, enjuiciándolo!
¡Con cuántos doses ¡ay! estás tan solo!
Ya va a venir el día, ponte el sueño.

Ya va a venir el día, repito
por el órgano oral de tu silencio
y urge tomar la izquierda con el hambre
y tomar la derecha con la sed; de todos modos,
abstente de ser pobre con los ricos,
atiza
tu frío, porque en él se integra mi calor, amada víctima.
Ya va a venir el día, ponte el cuerpo.

Ya va a venir el día;
la mañana, la mar, el meteoro, van
en pos de tu cansancio, con banderas,
y, por tu orgullo clásico, las hienas
cuentan sus pasos al compás del asno,
la panadera piensa en ti,
el carnicero piensa en ti, palpando
el hacha en que están presos
el acero y el hierro y el metal; jamás olvides
que durante la misa no hay amigos.
Ya va a venir el día, ponte el sol.

Ya viene el día; dobla
el aliento, triplica
tu bondad rencorosa
y da codos al miedo, nexo y énfasis,
pues tú, como se observa en tu entrepierna y siendo
el malo ¡ay! inmortal,
has soñado esta noche que vivías
de nada y morías de todo...